
Ya hemos tratado de explicar que las fuerzas sexuales sublimadas no deben utilizarse para construir la personalidad, sino que deben ser derramadas sobre la raza, ya que esa es su vía y su misión natural, no siendo satisfactorio ningún otro substituto. Si se emplean dentro de sí, se puede producir un egoísmo exagerado. Pero si las fuerzas vitales se mantienen firmemente en un nivel superior, sin permitirles convertirse en sexuales, entonces vitalizan toda la personalidad en una forma extraordinaria y le imparten esa cualidad magnética que se ve tan raras veces, pero cuya presencia se hace sentir de inmediato cuando nos encontramos ante alguien que la posee. Los que han sublimado sus fuerzas vitales para ponerlas al servicio de la raza, no tendrán motivos para quejarse de su soledad, porque el amor fluirá de ellos por todas partes y su compañía será deseada por todos, pues irradian algo que es tan vitalizante como el Sol.
Como Coué lo indicó con todo acierto, si queremos deliberadamente tener ciertas cualidades que no están naturalmente presentes en nosotros, tenemos que encontrar algún substituto que sirva de interés espontaneo, y lo mejor que podemos hacer es meditar o alentar por un tiempo justamente las ideas que queremos implantar. Por lo tanto, si deseamos desviar las fuerzas sexuales hacia otros fines o vías que las que seguirían normalmente, tenemos que realizar ciertos ejercicios mentales definidos, para poder lograr nuestros fines. Y esto es lo que trataremos de explicar ahora.
Los siguientes ejercicios para la formación del yo superior tienen que ser realizados diariamente, inmediatamente después de levantarse. Déjese reposar por un momento el pensamiento en los centros animales situados en la base de la espina dorsal, y entonces súbase rápidamente por la columna vertebral hasta alcanzar los centros intelectuales situados detrás de la frente, y digamos: “Dedicamos nuestras fuerzas vitales al servicio de Dios y de la Humanidad.” Entonces se puede considerar cualquier cualidad que a uno le falte y querer que la fuerza vital fluya hacia esa cualidad y la fortalezca, de tal manera que uno se encuentre mejor preparado para realizar esa obra de servicio.
Supongamos que estamos siguiendo una de las artes creadoras como profesión habitual. ¿Sería legítimo utilizar las divinas fuerzas vitales con el objeto de desarrollar esa arte? Todas las artes creadoras están estrechamente unidas entre sí, y por el mero hecho de enviar la fuerza vital al yo superior se aumentará la vitalidad creadora de cualquier arte o trabajo mental que tengamos entre manos; pero si deliberadamente enviamos las fuerzas raciales a los centros creadores de la mente, tenemos que estar bien preparados para utilizar nuestros dones en servicio de la humanidad y no del yo, porque de lo contrario se desarrollará lo que se podría decir calidad de “Ego hinchado o Ego hipertrofiado”.
Supongamos, por ejemplo, que nuestro don particular es la música y que lo hemos vitalizado de acuerdo con el método descripto en estas páginas. Entonces tenemos que estar preparados para que, además del ejercicio profesional de la música, podamos prestar una proporción considerable de nuestro tiempo en obras de caridad y también para enseñar gratuitamente a todos aquellos que no tengan como pagarnos, haciendo esto sin el más mínimo deseo de recompensa, ni como propaganda ni como gratitud, sino como una mera contribución a la vida racial. Si así no lo hacemos y no nos aseguramos de que las fuerzas vitales encuentren expresión fuera del estrecho círculo de nuestra personalidad con sus limitados objetivos, entonces observaremos que nuestra arte está tomando todo el brillo y las características de la degeneración. Sin embargo, suponiendo que se trata de una persona común, o quizás hasta de uno de los rezagados de las huestes de la vida, ¿qué efecto tendría la sublimación de las fuerzas vitales sobre su naturaleza, si no hubiera ningún talento particular en que pudieran utilizarse? Las fuerzas vitales sublimadas darán entonces una sensación peculiar de sereno equilibrio, el cual no tardará en expresarse exteriormente por una marcada alteración en la presencia y el continente del cuerpo. También se producirá un creciente estado de alerta intelectual conjuntamente con el poder de penetrar en la naturaleza de las cosas. En realidad, se producirá una vivificación e intensificación de todas las facultades superiores.
Los cambios más notables, sin embargo, se producirán en relación con los demás, los cuales, aunque no podrán explicar lo que sienten, se darán cuenta de algo, y ese algo es lo que podríamos describir mejor como magnetismo personal. Siempre se produce una exaltación espiritual cuando las fuerzas vitales están circulando en el arco superior, así como una liberación de las facultades mentales. La sublimación y dedicación de las fuerzas vitales dará personalidad hasta a los caracteres más vulgares y comunes, y la figura más desmañada aparecerá como poseída de una gran dignidad y presencia y una belleza espiritual resplandecerá hasta en el rostro más vulgar. “Porque si Yo fuera levantado, atraeré a todos los hombres hacia Mi”, dijo el Señor. La conciencia elevada atrae hacia sí a todo cuanto de más refinado y sublime exista en el corazón humano, y el alma que dedique sus fuerzas vitales al servicio universal, no tendrá razón para quejarse de soledad y aislamiento. Esto no significa que todos tengan necesidad de abandonar su trabajo diario para ganarse la vida y dedicarse meramente a la labor filantrópica, pero sí significa que un nuevo espíritu debe compenetrar toda su vida y que una porción de esa energía debe fluir hacia el exterior para que el mundo sea un lugar más hermoso, feliz o dichoso para los demás, aun para aquellos que jamás hemos visto; y esto no porque tengamos esperanza de recibir alguna recompensa u obtener la gratitud de los demás, sino solamente para que haya más felicidad en la tierra.
El Problema de la Pureza por Violet M. Firth (Dyon Fortune)