
El nivel de Kéter-Corona es también descrito como “la dimensión de clemencia [rajamim]”. Podremos entender este concepto si recordamos que la Creación tiene como propósito fundamental que el ser humano pueda disfrutar del grado de cercanía con Dios más elevado que sea posible. Ahora bien, con el fin de intensificar al máximo su logro, fue creado un contexto existencial en el que el ser humano pueda elegir el bien como resultado de su libre albedrío. Así Dios podría sopesar los actos de cada individuo y juzgarlo conforme a la regla de justicia más adecuada para él. Y así el ser humano podría llegar a convertirse en recipiente del bien supremo como resultado de su propio esfuerzo y sus propios logros.
No obstante, cuando el propósito global del Creador lo considera necesario, Él se reserva la prerrogativa de suspender las reglas de la justicia y juzgar al ser humano solamente con misericordia. Desde el nivel de Kéter, el Creador puede pasar por alto cualquier pecado o rectificar cualquier mal que pudiera obstaculizar Su acción de guiar el mundo hacia su perfección destinada.
Esto es lo que significan las palabras que Dios dirigió a Moshé después del pecado del becerro de oro: “Yo seré clemente con quien seré clemente, y Yo agraciaré a quien agraciaré” (Shemot 3:19). Con ello quería decirle que Su misericordia está más allá de la comprensión humana. Pues aunque el atributo divino de justicia (midat ha’din) exija una reacción severa al mal cometido por un individuo, el atributo divino de clemencia (midat ha’rajamim) trasciende cualquier juicio acerca de lo que el ser humano merece. En el nivel de Kéter, la autoridad del Creador sobre toda la Creación es absoluta y, por ello, Su misericordia también es ilimitada.
Es por esta razón que la Teshubá, el arrepentimiento, se origina en el nivel de Kéter.
Pues es solamente desde la perspectiva de la misericordia pura que “nada puede oponerse al poder del arrepentimiento”. Así como los Maestros de la Kabalá nos enseñan que Kéter precede y trasciende las leyes y la lógica de la Creación, los Sabios talmúdicos nos enseñan que el concepto del arrepentimiento fue creado incluso antes que el universo hubiera si creado. Pues la capacidad del ser humano para sublimar el mal y transformarlo en bien, tomando conciencia de sus errores y cambiando su conducta, contradice la lógica. Es sólo gracias al poder del arrepentimiento que sus más profundas debilidades y defectos no le impiden acercarse a Dios. Al contrario, su pasado es transformado gracias a la nueva toma de conciencia de que Dios realmente nunca estuvo lejos. Incluso en los momentos más tenebrosos de la vida de un hombre, la misericordia divina esperaba manifestarse. A pesar de los pecados y los males que un individuo haya hecho en su vida, siegue existiendo un conducto de salvación a través del cual puede arrepentirse y retornar a Dios. El vehículo de ese arrepentimiento es el atributo divino de rajamim, clemencia, situado en el nivel de Kéter-Corona.
Es por esto que cuando Moshé todavía estaba en el Monte Sinaí, implorando el perdón divino hacia el pueblo de Israel por el pecado del becerro de oro, Dios le reveló los trece atributos de clemencia (shalosh esré midot shel rajamim). Al proclamarlos, Dios demostró a Moshé que Su misericordia está por encima de cualquier juicio y consideración acerca de los pecados que un ser humano haya cometido en el pasado o que cometerá en el futuro. Pues al arrepentirse desde el nivel más hondo de su ser, el hombre toma conciencia del aspecto de Eín que lo constituye en el fondo y, gracias a ello, se vincula con el nivel de Kéter, el cual trasciende todos los conceptos delimitados por el tiempo. De este modo se libera de tener que pecar en el futuro, e incluso los pecados que cometió en el pasado son neutralizados o rectificados, en el sentido de que se han convertido en factores de su propia transformación interna.” Es por esta razón que los Sabios talmúdicos afirmaron que incluso el pecado más grave no puede constituir un obstáculo para el arrepentimiento sincero.
En esa ocasión, Dios también enseñó a Moshé que cuando un ser humano estimula su propio sentimiento de misericordia hacia los demás y actúa hacia ellos con actitud de perdón, ello despierta la misericordia divina y entonces él mismo se hará merecedor del perdón divino y la limpieza espiritual. Fue para enseñarle esto que Dios “pasó” delante de Moshé y proclamó los trece atributos de clemencia:
El Eterno (1), el Eterno (2), Dios (3) misericordioso (4) y que concede gracia (5); lento para
la ira (6) y abundante en bondad (7) y verdad (8); que preserva bondad para millares de generaciones; perdona el pecado (10), la rebelión (11) y el error (12), y que limpia (13).
Shemot 34:6-739
Por Rabí Aryeh Kaplan, ESTUDIO DE LA KABBALAH