
Cuando los Antiguos hablaban de los Cuatro Elementos, la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego, evidentemente no entendían el término “Elemento” como los químicos actuales, en el sentido por ejemplo con el que Mendeleiev elaboró la tabla de los elementos, sino como sustancias que entran en la constitución de todos los cuerpos materiales. Los Alquimistas definieron esos Cuatro Elementos en relación a los cuatro estados de la Materia: Sólido, Líquido, Gaseoso e Ígneo. Todo lo que es Sólido es llamado Tierra; todo lo que es Líquido, Agua; todo lo que es Gaseoso entra en la categoría del Aire; todo lo que es Ígneo, es decir Calor y Luz, entra en la clasificación del Fuego.
Para los Antiguos, pues, la Materia estaba constituida en proporciones variables por una cierta cantidad de Fuego, de Aire, de Agua y de Tierra. Y otro punto esencial es que esos elementos no están fijos, sino que se transforman unos en otros: la Tierra en Agua, el Agua en Aire, el Aire en Fuego, o inversamente el Fuego en Aire, el Aire en Agua y el Agua en Tierra. Los Cuatro Elementos influyen sobre nuestra Naturaleza y nuestra Constitución. El que predomina da al hombre su Temperamento. Hipócrates, distinguía cuatro tipos de Temperamentos: Sanguíneo, Bilioso o Colérico, Nervioso y Linfático. Actualmente algunos médicos vuelven a esa antigua clasificación, al considerar que nunca se ha concebido una mejor. Pero existen otras categorías: para la Astrología tradicional hay siete: Solar, Lunar, Mercurial, Venusino, Marciano, Jupiterino, Saturnino. Podemos también distinguir tres, según que el Hombre sea más Instintivo, con predominio del aspecto Biológico; más Sentimental con predominio del aspecto Afectivo; o más Intelectual con predominio del aspecto Mental. Los Cuatro Elementos se encuentran también en la estructura del Hombre. A la Tierra le corresponde el Cuerpo Físico; al Agua el Cuerpo Astral, el Corazón; al Aire el Cuerpo Mental, el Intelecto; y al Fuego el Alma y el Espíritu. Pues la naturaleza del Fuego es doble: se manifiesta como Calor y como Luz; se siente el Calor y se ve la Luz. El Calor es la manifestación del Alma y la Luz la manifestación del Espíritu. Los Magos, los Alquimista, los Cabalistas y Astrólogos, han hecho de los Cuatro Elementos su principal tema de estudio, y a menudo los han representado bajo formas simbólicas que son incomprensibles hasta que no se ve su relación con los Cuatro Elementos. Pero en realidad, los Cuatro Elementos, tal y como los conocemos en el plano material, son sólo el aspecto más condensado de los Cuatro Elementos Divinos cuya raíz se encuentra en la Séfira Kether, y a los que la Cábala dio el nombre de Hayot Hakodesch, es decir, Animales Sagrados y que en la religión cristiana corresponde a los Serafines. Esos Cuatro Animales Sagrados tienen la forma de un León, de un Toro, de un Águila y de un Hombre siendo el Hombre en efecto sólo un animal entre los otros. Esto no quiere decir evidentemente que los Serafines tengan las fauces de un León, el hocico de un Toro, Etc. Es únicamente una forma de presentarlos para hacer sentir las relaciones sutiles que existen entre ellos y los diferentes estados de la Materia que representan.
Los Cuatro Animales vuelven a encontrarse en el Zodiaco: son los Signos de Leo, de Tauro, de Acuario (que es una imagen del Hombre), y de Escorpio (que es otra forma del Águila). Diréis ¿Por qué Escorpio en lugar del Águila; en el Zodíaco no hay ninguna Águila?, Para significar que, en el momento de la caída de los primeros Hombres, el Águila, que simboliza la Fuerza Sexual Sublimada, se transformó en Escorpión, símbolo de la Fuerza Sexual No Dominada. En realidad el Águila ocupaba el lugar de Escorpio, pero ésta es una Historia que debe comprenderse desde un punto de vista simbólico. El Águila representa al que podía elevarse muy alto en el Cielo, pero cayó porque comió del fruto de Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal.

La Esfinge de los Egipcios es una representación del Zodiaco en relación a los Cuatro Elementos posee una Cabeza Humana (Acuario, signo de Aire); un Cuerpo de Toro (Tauro, signo de Tierra); Patas de León (Leo, signo de Fuego) y Alas de Águila (Escorpio, signo de Agua). Los Cuatro Animales Sagrados son las raíces de la Materia, los Cuatro Elementos. Los Padres de la Iglesia conocían estos Símbolos Cabalísticos, y la tradición Cristiana estuvo influida por ellos hasta el punto de representar cada uno de los cuatro Evangelistas por uno de esos Cuatro Animales o Elementos: San Marcos por el León, San Mateo por el Hombre, San Lucas por el Toro, y San Juan por el Águila, sin duda porque voló mucho, más alto que los demás. El origen Simbólico de estos Cuatro Animales Sagrados se remonta muy lejos, y jamás los Cristianos llegarían a descifrar el Apocalipsis si no se remiten a la Cábala. La imagen de los Animales Sagrados está muy difundida en el Arte Cristiano: se le encuentra dibujada o pintada en manuscritos o frescos, esculpida en la piedra a la entrada de las Iglesias. Pero no ha sido, por así decirlo, explicada y poca gente sospecha cuan rico es su sentido.
En su plegaria, el Rey Salomón menciona a los Cuatro Animales Sagrados cuando dice: Aralim Actuad, Ophanim Girad y Resplandeced, Hayot Hakodesch, Gritad, Hablad, Rugid, Mugid. Los Aralim son los Tronos, los Veinticuatro Ancianos que actúan sobre la Tierra con sus decretos. Los Ophanim son los Querubines, las ruedas de Fuego en perpetuo movimiento. Por último, los Hayot Hakodesch, los Cuatro Animales Sagrados son los Serafines, y es a ellos a quienes Salomón pide: Gritad, Hablad, Rugid, Mugid. Quién Grita, es el Águila; el que Habla, es el Hombre; el que Ruge, el León; el que Muge, el Buey. La Invocación de Salomón tiene un sentido muy Exaltado, significa: Hablad para que pueda Saber; Gritad para que pueda Querer; Rugid para que pueda Osar y Mugid para que pueda Callar o Callarme. Pues la Audacia, es el León; la Labor, en el Silencio, el Buey; la Voluntad, de Volar muy Alto, es el Águila; por último, el Saber, es el Hombre. El precepto de los Iniciados: Saber, Querer, Osar y Callarse, viene pues de muy lejos, viene de este conocimiento de las virtudes de los Cuatro Animales Sagrados.
Los Cuatro Animales Sagrados son los Ángeles de los Cuatro Elementos, ellos son la expresión más elevada de esta misma Materia que encontramos condensada, plasmada en la décima Séfira, Malkut o Ank-Lad.

El origen, las raíces de la Materia están arriba, muy cerca de Dios, pues la Materia es de origen Divino y a ese grado de Pureza y Sutilidad, es Incognoscible, pues es una con el Espíritu, Los descubrimiento de la “Ciencia Oficial” avanzan hacia una mayor sutilidad de la Materia y sin duda, los físicos pronto terminarán por encontrar instrumentos para observar la estructura y los movimientos de la Materia Etérica, lo que es impensable en cuanto a las Materias Astral y Mental.
Se puede laborar con ellas, pero no se las puede ver ni descubrir con aparatos. Por otra parte, todos laboramos con esas dos clases de Materia. Vosotros también, inconscientemente: vuestros Pensamientos, vuestros Sentimientos, vuestros Estados de Consciencia son procesos materiales, pero tan sutiles que las proyecciones, los desplazamiento de Materia que producen son imperceptibles.
Los Ángeles de los Cuatro Elementos son servidores de Dios, por eso debemos Rezar, Orar, elevar una Plegaria al Señor para que nos envíe esos Ángeles con el fin de que nos ayuden en nuestra labor espiritual. Cada uno de nosotros lleva en la profundidad de su subconsciente, gérmenes nocivos que encuentran siempre condiciones propicias para multiplicarse y obstaculizar nuestra existencia. Por ello, cuando un Discípulo llega a un cierto grado de su evolución, se le da la tarea de penetrar hasta la profundidades de su subconsciente y allí, acompañado por los Ángeles de los Cuatro Elementos, el Ángel de la Tierra, el Ángel del Agua, el Ángel del Aire y el Ángel del Fuego, emprende la labor de Enterrar (Tierra), Ahogar (Agua), Dispersar (Aire) y Quemar (Fuego), todos los gérmenes nocivos en él.
Sin una labor con los Cuatro Elementos, no se puede obtener la pureza absoluta. Cada elemento posee cualidades que le son propias: lo que el Aire puede hacer, ni el Fuego ni la Tierra ni el Agua pueden hacerlo. Es necesario entonces rezar al Señor para que nos conceda la ayuda de sus Ángeles diciendo: «Señor Todo Poderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, Dueño del Universo, envíame a los cuatros Ángeles, tus servidores. Al Ángel de la Tierra, para que Absorba las inmundicias de mi Cuerpo Físico, a fin de que llegue a ser capaz de expresarte y que tu Voluntad pueda manifestarse a través de él. Al Ángel del Agua, para que Lave mi Corazón de todas las impurezas, a fin de que el Amor desinteresado se instale en él y que yo pueda laborar para tu Gloria y Justicia. Al Ángel del Aire, para que Purifique mi Intelecto, a fin de que se instalen allí la Sabiduría y la Luz, y que yo pueda laborar por tu Gloria y Justicia. Por último, envíame, Señor, al Ángel del Fuego, para que Glorifique mi Alma y mi Espíritu, a fin de que se conviertan en la morada de tu Verdad, y yo pueda laborar para tu Gloria y Justicia. Amén, Amén, Amén. Así Sea.«
En todas nuestras actividades sean cuales fueren, se desliza siempre la presencia sutil de uno o varios de los Cuatro Elementos, y es gracia a ellos que podemos continuar Viviendo, Actuando. Entramos en contacto con los Cuatro Elementos, en particular a través de la alimentación, ya que en la alimentación vuelven a encontrase los cuatro estados de la Materia: Sólido, Líquido, Gaseoso e Ígneo. Es por eso que las comidas pueden llegar a ser una ocasión para vincularnos con los Ángeles de los Cuatro Elementos y para pedirle que nos comuniquen sus Virtudes. Al Ángel de la Tierra, para que nos aporte la Firmeza, la Solidez, pues es él quien da la Base; sin él nada puede subsistir; al Ángel del Agua, para que nos aporte la Vida y la Pureza. Al Ángel del Aire, para que nos aporte la Inteligencia, la Sutilidad, la Rapidez. Y por último al Ángel del Fuego, para que nos aporte la Luz y el Fuego del Amor Divino.
Dios a puesto a los Cuatro Elementos a nuestra disposición y debemos aprender a utilizarlos de la mejor manera, pues son elementos poderosos habitados por Seres Vivientes: en el Fuego habitan las Salamandras, en el Aire los Silfos y Sílfides, en el Agua las Ondinas (Ríos) y Nereidas (Mar), en la Tierra los Gnomos y Pigmeos. Los Magos, los Hechiceros, acostumbran a invocarlos para sus Labores y Trabajos. Encontraréis incluso en el Fausto de Goethe, un ejemplo de conjuro por medio de los Cuatro Elementos. Pero una vez más, no os aconsejo de que utilicéis el poder de los Cuatro Elementos de esa manera porque es peligroso. Contentaos con los métodos que os doy y permaneced atentos porque los Cuatro Elementos forman parte de nuestra vida cotidiana e incluso cuando hablamos, hay que saber que a través de las palabras se deslizan ciertas partículas que dan a nuestras palabras un poder de acción, pues en la Naturaleza siempre hay uno de los Cuatro Elementos esperando el momento en que podrá vestirse con lo que Pensamos y Expresamos. La realización no siempre se produce allí donde la esperamos; a veces no vemos nada donde esperábamos verla aparecer. Pero gracias a la acción de los elementos, se produce siempre una realización, a veces muy lejos de nosotros; incluso puede ocurrir que se produzca sobre otro planeta. Esto es Verdad tanto en el dominio del Bien, como en el del Mal.
Hay personas que creen haber hecho únicamente el Bien en su Vida, pero es posible que algún día se les muestre cuántas Tempestades fueron desatadas por todas las Palabras y los Pensamientos que Sembraron. Si Sembraron Vientos y Tempestades, provocaron muchos Estragos incluso en lugares que ni siquiera pueden sospechar. Debido a la presencia de los Cuatro Elementos que provocan necesariamente una Realización Viviente en alguna parte, los Iniciados están siempre muy atentos para no pronunciar cualquier Palabra ni alimentar cualquier Pensamiento. Pues las Palabras, como los Pensamientos son semejantes a granos transportados por el Viento que van a germinar lejos del jardín en el que maduraron.
El Iniciado únicamente sólo Piensa en producir buenas Semillas que luego deja que vuelen sin preocuparse a dónde el Viento del Espíritu Divino las llevará; no se preocupa más que de la Calidad de esas Semillas. Al servirnos sin cesar de los Cuatro Elementos, contraemos una Deuda hacia ellos, y esa Deuda queda Registrada. Así pues, reflexionad. Cuando respiráis, absorbéis Aire, pero ¿Os habéis preguntado de qué elementos está impregnado cuando lo expulsáis? Naturalmente, es Aire Viciado, pero no lo será tanto si sabéis manifestaros como un Ser Bueno, Generoso, lleno de Amor. El Aire que sale de los Pulmones del Malvado contamina todo a su paso. Ya se trate del Aire, del Agua, de la Alimentación, sois responsables de la manera en que habéis impregnado todos los elementos que atraviesan vuestro organismo y que luego desecháis. Lo devolvéis a la Naturaleza que los transforma y los utiliza de nuevo para su labor. Aquél que quiere participar Conscientemente en la labor de la Naturaleza, debe preocuparse de enviarle elementos que no estén contaminados por las Miasmas o Pestilencias de su Vida Psíquica.
La tradición cuenta que cuando algunos Santos o Místicos alcanzaban el Éxtasis, esparcían a su alrededor un perfume de Flores. Es una realidad: la Pureza de los Pensamientos, la Pureza de los Sentimientos produce perfumes Deliciosos. Solicito vuestra atención sobre este punto: la Naturaleza nos da todos los elementos que necesitamos para nuestra existencia, pero según la Vida que llevamos, le demostramos si sabemos apreciar o no sus Beneficios. El Discípulo que lleva una Vida Pura puede también cambiar la Calidad, e incluso el Olor de las Secreciones o Excreciones de su Cuerpo Físico. Puede llegar a Ser como la Abeja: observad durante la temporada Cálida, extrae el Néctar de las Flores, labora ¡y lo devuelve bajo la forma de Miel tan Pura, tan Perfumada y Benéfica! La Abeja es un modelo para el Discípulo.
¿Habéis notado que, de entre los Cuatro Elementos, la Tierra es la única que tiene como característica la Inmovilidad? Los otros elementos, el Agua, el Aire y el Fuego se mueven, se desplazan. Sólo la tierra permanece inmóvil, e incluso puede decirse que es la Materia sobre la cual se encarnizan los otros tres con el fin de darle forma, de modelarla. Especialmente el Fuego. Pero este Fuego del que hablo, y que actúa sobre la Tierra, no es evidentemente el Fuego que solemos encender. Es el Fuego del Sol, y él es el origen de todos los otros movimientos. Sí, todos los cambios que ocurren sobre la Tierra son producidos por el Sol. Sin el Sol, el Aire no se desplazaría, el Agua permanecería estancada y la Tierra informe. Es el elemento Fuego el que desencadena el movimiento.
Por analogía, puede decirse que es el Espíritu quien origina los movimientos que se producen en la Materia. La Materia es inerte, informe recibe la Vida y el Movimiento del Espíritu. El Espíritu fertiliza la Materia introduciendo en ella su Quinta Esencia; y el hijo nacido de esta labor es el Universo con la multitud de Criaturas que lo pueblan. Esto es lo que expresa Moisés en le comienzo del Génesis: Y la Tierra estaba informe y vacía, y el Espíritu de Dios se movía por encima de las Aguas. Una vez que se ha comprendido esta Verdad, se comprende que son siempre las ideas las que dirigen y moldean el Mundo, la Sociedad, los Individuos.
Por consiguiente, el que quiere tener Poderes por sí mismo, debe dar a su Espíritu más libertad para expresarse y actuar sobre su propia Materia. Lo que está arriba debe dirigir y dominar lo que está abajo. Todo viene de arriba y se refleja abajo. La Imagen de la acción del Sol sobre la Tierra es la que mejor expresa esta Idea. La Vida y la Muerte sobre la Tierra son producidas por el simple efecto de los Rayos del Sol y de su Calor. De igual forma nuestra Vida Física, nuestro Cuerpo Físico, están determinados por el movimiento de nuestro Espíritu. Pero y este también es un punto esencial, habréis sin duda observado que el Sol no actúa directamente sobre la Tierra. Actúa por medio del Aire y el Agua. Del mismo modo el Espíritu necesita intermediarios para alcanzar al Cuerpo Físico. Según el esquema que se elija para explicar la estructura del Hombre, si se adopta el esquema de los Tres Planos, se dirá que la acción del Espíritu sobre el Cuerpo Físico se hace a través del Alma, es decir el Intelecto y el Corazón; o bien, si se adopta el esquema de los Seis Cuerpos, se dirá que la acción del Cuerpo Átmico (el Espíritu), sobre el Cuerpo Físico tiene como intermediarios los Cuerpos Búdico, Causal, Mental y Astral.